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El Fika sueco: cafeterías en Estocolmo

Visitar Estocolmo este verano nos ha permitido no solo disfrutar de una ciudad preciosa, sino también volver a reencontrarme con la cultura sueca, con la que tanto me identifico. Para los que leáis este blog desde hace tiempo, como ya sabréis, hace unos años tuve la oportunidad de viajar de intercambio a Suecia y alojarme con una familia que vivía al sur del país. Desde entonces, me gusta pensar que algo de la cultura sueca se quedó en mi forma de ser. Tanto fue así que, ya habiendo acabado el grado universitario, decidí cursar un máster en una universidad sueca, para entrar más en contacto con el sistema de estudios sueco (quizás, en alguna ocasión, me anime a escribir un poco más sobre ello). 

 

Sin embargo, esta entrada quiero dedicarla a un pequeño hábito que los suecos tienen incorporado a su día a día: el Fika


Si la filosofía Hygge y Lykke de la cultura danesa se ponían de moda hace unos años, nosotros no podemos entender cómo el Fika sueco ha pasado tan desapercibido. Otras culturas comparten una idea similar conocida como merienda, el café de la tarde, la hora del té o el momento del café y del pastel; pero el Fika sueco, hasta donde hemos podido conocerlo, parece ir un poco más allá. 

 

Que a los suecos les encanta el café es un secreto a voces. Por la mañana, el café forma parte de su desayuno e, incluso ya habiendo desayunado, es habitual verlos saliendo de sus casas o subiendo al transporte público con un vaso de café para llevar en la mano. Tal es su debilidad por el café que han inventado el término Latte Papa para identificar a aquellos padres que, durante su baja de paternidad, salen a pasear por los parques empujando un carrito de bebé con una mano y sosteniendo un vaso de café para llevar en la otra. Por eso, el Fika sueco se compone, tradicionalmente, de una taza de café y de un bollito, normalmente, un rollito o nudo de cardamomo o canela. Se trata de un momento de pausa, de relacionarse con los compañeros de trabajo y de desconexión. Por eso, si estás pensando en visitar Estocolmo, no puedes perderte este hábito sueco que tiene lugar entre las 14:30 y las 16:30 de la tarde. 



Stora Bageriet

Sin duda, nuestra opción favorita. Stora Bageriet (@stora_bageriet) es una cafetería situada en la turística zona de Nybroviken, muy cerca del Hotel Diplomat. Sin embargo, no está muy frecuentada por turistas. El interior de la cafetería, decorado con los típicos detalles nórdicos, es de lo más acogedor. Sin embargo, si el tiempo lo permite, recomendamos disfrutar del Fika en su preciosa terraza, situada junto al museo de artes escénicas. Tanto el café con leche como el té matcha están muy buenos, pero, sin duda, no puedes olvidar acompañarlo de un nudo de canela (son los que más canela tienen de todos los que hemos probado en Estocolmo). 

 
 


 
 

Bröd & Salt 

Durante tu visita a Estocolmo verás varias cafeterías de la cadena Bröd & Salt (@brodochsalt), una de las más conocidas en Suecia. Se han encargado de sacar el máximo partido a la costumbre del Fika, así que es habitual que ofrezcan alguna promoción Fika en las típicas pizarras situadas a la entrada de la cafetería. Teniendo en cuenta que el nivel de vida en Suecia es elevado, la cafetería se llena tanto de locales como de turistas para disfrutar del Fika a un precio un poco más ajustado. Además, ofrecen cajas de galletas Fika, perfectas para acompañar el café o para llevarnos como souvenir en la maleta. Nosotros fuimos al local situado en Drottninggaten y lo recomendamos, especialmente, por el café con leche, que tenía la cantidad justa de ambos ingredientes. 
 
 



Espresso House 

Similar a Bröd & Salt, las cafeterías Espresso House (@espressohouse) se encuentran ubicadas por todo Estocolmo. Nosotros conocimos la cadena en Dinamarca hace unos años (cuando llega el otoño, tienen el mejor café especiado con calabaza), así que nos alegramos cuando vimos que en Estocolmo también íbamos a poder disfrutar de los nudos de canela y cardamomo, que se caracterizan por ser de los más tiernos y esponjosos. Nosotros fuimos al local situado en Götgatan, en la isla urbana de Södermalm, y que cuenta con un amplio horario de apertura (cosa poco habitual en las cafeterías suecas).


Escapada a Stuttgart - Alemania

Uno de los viajes que hice unos meses antes de que la situación actual comenzara fue a Stuttgart, Alemania. Un amigo de Sergio estaba pasando una temporada allí por trabajo, así que todo el grupo de amigos decidimos organizar un viaje para visitarlo. Debido a la poca disponibilidad que tenía en ese momento en el trabajo para cogerme unos días libres, tan solo pude estar poco más de cuarenta y ocho horas en Stuttgart. Sin embargo, fue una escapada exprés que me permitió seguir disfrutando de los preciosos otoños alemanes y descubrir, al mismo tiempo, una nueva ciudad. 

A media tarde, tras coger un tren que me llevó del aeropuerto a una céntrica estación en las que me estaba esperando Sergio, fuimos al hotel a dejar el poco equipaje que llevaba. Pese a que el modesto hotel estaba un tanto alejado del centro, resultó estar bien comunicado en tranvía y no muy lejos del alojamiento de nuestro amigo, por lo que fue una buena opción para una breve escapada en grupo.
 
Con la intención de aprovechar lo que quedaba de tarde, nos reunimos en uno de los puntos más bonitos de Stuttgart, la plaza del Castillo. La Schlossplatz se encuentra en pleno corazón de la ciudad y es conocida por contar con una alta columna situada en medio de la amplia explanada rodeada de preciosos edificios históricos como el majestuoso palacio nuevo, que da nombre a la plaza. Poco a poco la luz del ocaso fue desapareciendo y decidimos buscar un sitio para cenar. 

Nuestra falta de previsión hizo que no pensáramos en reservar con antelación y acabásemos en plena hora punta decidiendo a qué restaurante entrar. Finalmente, tuvimos suerte y encontramos un restaurante especializado en platos de la región de Baden-Württember, donde nos montaron algunas mesas en un pequeño espacio de paso. Cierto es que habríamos preferido cenar en uno de sus acogedores reservados, pero todos nos sentimos muy agradecidos de que planificaran una mesa para un pequeño grupo en tan poco tiempo. Sinceramente, lamento no haber apuntado el nombre del local, porque me habría encantado recomendarlo.
 
 
 




 
 
A la mañana siguiente, disfrutamos de un agradable recorrido por el centro de la ciudad. Nuestro amigo, que llevaba ya varias semanas viviendo allí, se esforzó por planificar una ruta que nos permitiera descubrir todos los encantos de Stuttgart. Una de las cosas que más aprecio de Alemania cada vez que voy es la luz de sus días soleados. En Valencia, el sol y el cielo azul están presentes muy a menudo, pero siempre que he visitado Alemania llego a la conclusión de que la luz que regalan los días despejados allí es diferente. 
 
En nuestra ruta por el centro visitamos la estación central, la concurrida calle comercial Königstraße, los jardines del castillo, el ayuntamiento y la zona de la Calwer Straße. Uno de los lugares que más disfruté fue el mercado central o Markthalle, donde pudimos apreciar el bullicio del sábado por la mañana. Más tarde, me enteré de que el mercado de Stuttgart está considerado uno de los mercados más bonitos de Alemania que destaca, principalmente, por la arquitectura de estilo Art Nouveau y los exquisitos productos. Aunque me quedé con las ganas de hacer un tour enológico, Stuttgart se caracteriza por las extensas zonas de viñedos que rodean la ciudad, de ahí que en el Markthalle se puedan adquirir una gran variedad de productos procedentes de la uva.

Posiblemente, uno de los monumentos más emblemáticos de Stuttgart tras sus palacios sea la iglesia de San Juan, conocida en alemán como Johanneskirche. Esta iglesia gótica se sitúa a orillas de un pequeño lago en el que es habitual encontrar familias de cisnes nadando.
 
 
 
 
 


Tras comer en uno de los locales de la conocida cadena alemana de hamburguesas Hans im Glück (Heusteigstraße 114, Stuttgart), visitamos el tranquilo cementerio que se encuentra en una de las colinas de la ciudad y al que se puede acceder en un antiguo funicular. Siempre me ha llamado la atención la concepción que se tiene de los cementerios en muchos países europeos, mucho más próxima a un parque verde, tranquilo e, incluso, agradable por el que pasear, que a un espacio lúgubre y sombrío.
Sin embargo, las mejores vistas del centro de Stuttgart pudimos disfrutarlas desde Eugensplatz, un mirador situado en la colina de un precioso barrio señorial que aquel día estaba bastante concurrido por parejas y pequeños grupos de amigos disfrutando de largas conversaciones acompañadas de un botellín de cerveza.

Todavía teníamos varias horas por delante, así que el anfitrión nos propuso recorrer el parque Killesberg y subir a su famosa torre metálica con forma de caracol, no sin antes aprovechar para entrar a DM, la droguería alemana por excelencia, donde se puede encontrar todo tipo de productos de aseo y cosmética y en la que siempre acabo dándome algún pequeño capricho.






Alguer, Sassari y Castelsardo - Cerdeña, Italia

Tras pasar  la mitad del viaje en el sur de la isla de Cerdeña, decidimos abandonar Cagliari y dirigirnos al noroeste de la isla.

Nos alojamos a las afueras de Sassari, por ser una ciudad bien comunicada con el resto de puntos que queríamos visitar durante nuestro viaje. Además, como habíamos embarcado los coches para tener mayor flexibilidad a la hora de recorrer la isla, no hubo ningún problema.


ALGUER

Tras haber dejado el equipaje en el hotel, salimos a pasar la tarde en el Alguer. Tenía muchísimas ganas de descubrir esta zona de Cerdeña, tanto a nivel turístico como lingüístico. En la del Alguer se habla un dialecto de la lengua catalana, cosa que me pareció realmente curiosa. Por eso, desde que me enteré, tenía ganas de visitar el lugar (gajes del oficio, supongo).

Personalmente, Alguer me pareció un sitio con muchísimo encanto. Una ciudad sin grandes monumentos, pero cuyo centro histórico tiene el tamaño perfecto para descubrirlo en un par de horas. ¿Mi recomendación? Desviarse un poco de las vías principales del centro histórico y callejear hasta llegar a la muralla de la fortaleza, desde donde se puede disfrutar de unas bonitas vistas al Mediterráneo. Si tenéis tiempo como nosotros, también os recomendaría visitar el Complejo Monumental de San Francisco, que alberga un precioso claustro del siglo XV.

Alguer

Alger, Cerdeña

Alguer, Cerdeña



 SASSARI

Los siguientes días transcurrieron entre arena y mar, disfrutando de la costa sarda y huyendo de la ola de calor que azotaba la isla en esos días. Principalmente, dedicamos algunas tardes, a última hora, a descubrir Sassari, así como la mañana de nuestro último día en la zona. 
Lo bueno de Cerdeña es que, en general, las ciudades no son muy grandes y su atracción turística principal recae en las pequeñas cosas, como disfrutar de las playas, de las calles con encanto y la gastronomía; por lo que se puede conocer el centro de las ciudades más grandes en tan solo un par de horas. Es el caso de Sassari, la segunda ciudad más grande e importante de la isla (de ahí que decidiéramos dedicarle tan poquito tiempo en comparación con las grandes ciudades de la Península Itálica). 

Un lugar que no te dejará indiferente es la Piazza de Italia, en cuyo centro predomina un pequeño jardín con palmeras de aires mediterráneos. Además, esta plaza se encuentra rodeada de preciosos edificios como el Palazzo della Provincia.
A muy poca distancia se encuentra la espina dorsal del centro histórico, el Corso Vittorio Emanuele II, una calle comercial de la que la historia parece haberse quedado prendada. Los monumentos, las fachadas, los comercios... Todo en ella parece tener un encanto especial.

Pese a ser una ciudad grande, el estilo de vida de los habitantes del centro de Sassari se basa en el pequeño comercio. Quisimos hacer caso del dicho donde fueres, haz lo que vieres y entramos a un local tradicional en el que acabamos haciendo acopio de pastas, quesos y otros embutidos típicos de la gastronomía sarda. Sin duda, el gran descubrimiento del día.

Sassari, Cerdeña

Sassari, Cerdeña



CASTELSARDO

Tras despedirnos de Sassari y todavía sin demasiadas ganas de llegar a Porto Torres, desde donde salía nuestro barco de regreso a casa, decidimos pasar la tarde en Castelsardo, un enclave de la costa norte fuertemente arraigado a la tradición pesquera. Pese a que algunos nubarrones cubrían la zona alta de la ciudad, todavía eran muchos los turistas que disfrutaban de una tarde de playa. 

Nuestra primera parada fue una heladería artesanal situada cerca del puerto deportivo, donde degustamos el que sería nuestro penúltimo helado del viaje, para continuar la visita haciendo acopio de algunos souvenirs de última hora en una tienda de dos plantas que tenía todo tipo de cachivaches grabados con el nombre de la localidad.

El principal atractivo de Castelsardo es su enorme castillo rodeado de una fortaleza desde donde se domina toda la costa y que puede conquistarse a pie ascendiendo via Marconi. Sin duda, una visita obligada desde donde disfrutamos de una visita al actual Museo dell'Intreccio y de unas preciosas vistas al atardecer.










Cómo mantener un idioma




Mantener un idioma es una de las cosas relacionadas con el aprendizaje de idiomas que personalmente más me preocupa. Me he pasado años estudiando idiomas, asistiendo a clases, memorizando palabras y reglas gramaticales para que, después, en un abrir y cerrar de ojos, sienta que, una vez alcanzado cierto nivel, pierdo fluidez en cuanto dejo de estudiarlo. ¿A alguien más le ha pasado? Mudarse a un país en el que se hable ese idioma o trabajar en una empresa cuya lengua de trabajo sea el idioma que queremos practicar son opciones maravillosas, pero que no siempre son posibles para todo el mundo. Por eso, en este post, me gustaría compartir algunos pequeños hábitos que intento incorporar a mi rutina para poder mantener mi nivel en aquellos idiomas que no utilizo habitualmente en mi entorno.

1. Leer en ese idioma 
Leer es un hábito estupendo para mejorar la comprensión de cualquier idioma (hasta en el idioma nativo), ya que nos permite tanto mantener mucho de lo que ya sabemos como incorporar palabras o expresiones nuevas que hasta el momento desconocíamos. Me apasiona leer libros, pero muchas veces reconozco que me resulta un poco difícil meterme en la trama o llegar a conectar con el autor si no tengo un buen nivel en ese idioma. Además, no siempre dispongo del tiempo suficiente para leer unas páginas de un libro en mi día a día. Por eso, leer blogs, noticias de periódicos digitales o revistas me resulta mucho más atractivo.



2. Ver series o vídeos
No suelo ver películas en mi día a día. Sin embargo, me resulta mucho más sencillo encontrar algo de tiempo para ver algún vídeo de YouTube o el capítulo de alguna serie en Netflix. Suelo ver los vídeos sin subtítulos, aunque en caso de necesitarlos, intento ponerlos en el mismo idioma que el audio, para poder visualizar la palabra o expresión que no he entendido.

3. Seguir cuentas de Instagram
Instagram es la red social a la que más tiempo dedico cada día. Como ya sabréis, es una red social muy visual, pero seguir a cuentas que suban contenido en el idioma que quiero practicar me parece una de las formas más fáciles de incorporar ese idioma a mi día a día. Permite subir tanto imágenes acompañadas de textos como vídeos bastante cortos, así que, en mi opinión, si se sigue a las cuentas adecuadas, es muy fácil estar en contacto con el idioma y mantener el vocabulario relacionado con nuestros intereses.

4. Escuchar podcasts 
Reconozco que esta es una de las cosas que más me cuesta incorporar a mí día a día, ya que no estoy acostumbrada a caminar con los auriculares puestos ni suelo viajar muy amenudo en coche. Sin embargo, estoy esforzándome por escuchar algún podcast en el idioma que quiero mantener de vez en cuando, al menos, una vez cada quince días. Hoy en día hay podcasts de prácticamente cualquier temática y la mayoría son gratuitos, así que me parece una de las mejores formas de estar en contacto con un idioma.


5. Tener un tándem
Una de las cosas que más me ayuda a mantener un idioma es hablarlo. Sin embargo, si no podemos mudarnos al país en el que se habla ese idioma, una de las cosas que podemos hacer es buscar a una persona nativa en el idioma que queremos practicar que viva en nuestra ciudad. De esta forma, podemos quedar con ella de vez en cuando para tomar un café y hablar en el idioma que queremos practicar. Normalmente, se suele dedicar la mitad del tiempo a hablar en su idioma nativo y la otra mitad, en el nuestro; puesto que normalmente la otra persona suele estar interesada en aprender y hablar en nuestro idioma. Esta es, en mi opinión, una forma estupenda de no solo mantener un idioma, sino también de estar en contacto con la cultura que lo engloba.



Espero que os animéis a incorporar alguna de estas técnicas a vuestra rutina. ¿Qué otras prácticas soléis incorporar a vuestro día a día para mantener un idioma que hayáis aprendido? Estaré encantada de que compartáis conmigo vuestros trucos y consejos para mantener el nivel en un idioma.

Stuttgart: recuerdos de otoño



Hace unos meses tuve la oportunidad de hacer una visita fugaz a mi querida Alemania y pasar un rápido fin de semana en Stuttgart. Todavía tengo pendiente contaros más detalles de esta escapada, pero hoy he terminado de editar este vídeo y ha avivado tanto los recuerdos de aquel fin de semana que tengo la sensación de haber vuelto ahora de viaje. Creo que al verlo entenderéis por qué no he podido esperar más a compartirlo con vosotros. Espero que lo disfrutéis y que muy pronto todos podamos seguir descubriendo los maravillosos lugares que hay por el mundo.